Hellen Keller

Nos vamos a detener un poco en la figura de esta extraordinaria mujer. Estoy seguro de que su vida y «milagros os van a impresionar tanto como a mí.

Os propongo que trabajemos un poco los materiales que voy a poner a vuestra disposición para que nos ayuden a reflexionar sobre  algunas cuestiones asociadas a los logros de  nuestra protagonista.

  •  Película «El Milagro de Ana Sullivan» 
  • Artículo: «Tres Días para Ver».    La lectura de este artículo nos puede servir de inspiración para escribir un texto semejante con el que respondamos a la pregunta «¿En qué invertirías tu tiempo si te quedarán sólamente tres días antes de perder la vista definitivamente?
  • Buscad información sobre la vida de H. Keller.
  • Una reflexión personal  realizada a partir de la información que habéis adquirido con este trabajo.

Biografía.

BIOGRAFÍA DE HELLEN KELLER

Helen Keller nació el 27 de junio de 1880, en Tuscumia, Alabama, Estados Unidos. No nació ciega ni sorda, sino como una niña perfectamente normal. No fue sino hasta diecinueve meses después que contrajo una enfermedad que los doctores describieron como una congestión aguda del estómago y el cerebro. Helen no tuvo la enfermedad por mucho tiempo, pero ésta dejó sus huellas: sordera, ceguera e incapaz de hablar. Pero su intelecto pudo más que todas sus limitaciones: a la edad de siete años ya había inventado más de sesenta distintas señas que podía emplear para comunicarse con su familia.

Helen de pequeña, leyendo un libro braille, sentada  

En 1887, sus padres, el Capitán Arthur H. Keller y Kate Adams Keller, finalmente se pusieron en contacto con el mismísimo Alexander Graham Bell, quien trabajaba con jóvenes sordos. Graham Bell sugirió contactar al Instituto Perkins para los Ciegos en Watertown, Massachusetts. Le delegaron a la profesora Anne Sullivan, quien al momento de recibirla tenía tan sólo 20 años, para intentar estimular a Helen y enseñarle el lengua de señas. Esto fue el inicio de un período de 49 años de amistad y trabajo en conjunto.

Sullivan exigió y recibió permiso del padre de Helen para aislar a la niña del resto de la familia, en una pequeña casa en su jardín. Su primera tarea era disciplinar a la niña mimada. Pero el gran paso lo dio Helen cuando un día cuando se dio cuenta de que los movimientos que su maestra estaba haciendo con sus palmas simbolizaban la idea de “agua”. Lo que vino fue insistirle a Sullivan, a quien siguió exigiendo nombres de otros objetos familiares en su mundo (incluyendo su preciada muñeca).

Helen junto a Ann Sullivan, están sentadas, Helen sostiene una muñecaHelen Keller y Anne Sullivan, 1888 Hoja de papel escrito con lápiz de HelenHelen Keller texto, 1887

Anne pudo enseñar a Helen a pensar inteligiblemente y a hablar, usando el método Tadoma: tocando los labios de otros mientras hablan, sintiendo las vibraciones, y deletreando los caracteres alfabéticos en la palma de la mano de Helen. También aprendió a leer francés, alemán, griego, y latín en braille.

Helen, Alexander y AnnieHelen Keller, Alexander Graham Bell y Annie Sullivan, 1894 Helen sentada leyendo un libroHelen Keller leyendo, 1899

En 1888, asistió al Instituto Perkins para ciegos y a la Escuela Wright-Humason para los Sordos en Nueva York. Cuando Helen tenía 24 años, en 1904, se graduó cum laude de Radcliffe College, donde Anne Sullivan había traducido cada palabra en su mano, y llegó a ser la primera persona sorda en graduarse de la universidad.

Helen con birrete y toga sentada en su graduación en 1904Helen en el día de su graduación en Radcliffe, 1904  

Helen se convirtió con una tremenda fuerza de voluntad en una oradora y autora mundialmente famosa. Estableció la lucha por los sensorialmente discapacitados del mundo como la meta de su vida. En 1915, fundó Helen Keller International (Helen Keller Internacional), una organización sin fines de lucro para la prevención y tratamiento de la ceguera. Helen y Anne Sullivan viajaron a más de 39 países, e hicieron varios viajes a Japón, llegando a ser favorecidas por la gente japonesa. Helen Keller conoció a cada presidente estadounidense desde Grover Cleveland hasta John F. Kennedy y fue amiga de varios personajes famosos incluyendo Alexander Graham Bell, Charlie Chaplin, y Mark Twain.

Helen graduacion 1904Helen acompañada de Polly Thomson visitan Hiroshima, Japón,para experimentar de primera mano las consecuencias de lasconsecuencias de las bombas atómicas lanzadas, 1948 Helen Keller veteranos guerra 1919
Helen con veteranos que quedaron ciegos por los bombardeoso por el gas mostaza en la Primera Guerra Mundial, 1919 
Helen siendo ayudada por dos mujeres a vestirse con ropas indiasHelen vistiendo un Sari (vestido tradicional), Bombay, India, 1955 Helen conociendo a Chaplin en el rodaje de una películaJunto a Chaplin en el rodaje de la película «Sunnyside»,Los Angeles, E.E.U.U. 1919

Fue miembro activo del partido socialista, hacía campañas y escribía en apoyo de las clases trabajadoras desde 1909 hasta 1921, apoyó al candidato Eugene V. Debs del Partido Socialista de América en cada una de sus campañas para la presidencia. Sus opiniones políticas se reforzaban por frecuentes visitas de trabajadores. En sus propias palabras, dijo “He visitado talleres donde se explota al obrero, fábricas, barrios afectados. Si no lo podía ver, lo podía oler.”

Helen Keller también se unió a la llamada Unión industrial, los Trabajadores Industriales del Mundo (Industrial Workers of the World, IWW) de orientación entre el sindicalismo revolucionario y el anarcosindicalismo, en 1912 después de sentir que el socialismo parlamentario «se hundía en el pantano político». Helen Keller escribió: «Me convertí en un trabajador industrial del mundo». Helen escribió incansablemente sobre su motivación para el activismo, el que fue motor de su interés por la ceguera y otras incapacidades. Tuvo una larga y feliz vida, muriendo a los 88 años de edad. Hasta hoy es un ícono de la superación y de los corazones fuertes.

Helen Keller 1960

Si ustedes hubieran nacido ciegos, ¿qué querría ver si pudiera mirar el mundo al menos tres días? He aquí lo que la admirable Helen Keller respondió en un artículo publicado hace 70 años por Readers Digest.

A menudo he pensado que sería una bendición si, al comienzo de su juventud, todo ser humano se quedara ciego y sordo por unos cuantos días. La oscuridad lo haría apreciar más el don de la vista, y el silencio le enseñaría los deleites del sonido.

Algunas veces he interrogado a mis amigos que pueden ver sobre esa experiencia. Hace poco, cuando una amiga acababa de regresar de un largo paseo por el bosque, le pregunté qué había visto, y su respuesta me sorprendió: “Nada en especial”.

¿Cómo es posible caminar durante una hora por el bosque sin ver nada digno de ser contado?, pensé. Yo, que no puedo ver, descubro cientos de cosas interesantes mediante el simple tacto. Siento la delicada simetría de una hoja. Recorro con las manos el liso tronco de un abedul, o la áspera corteza de un pino. En primavera, exploro las ramas de los árboles con la esperanza de tocar un brote, el primer signo de que la naturaleza ha despertado de su letargo invernal.

En ocasiones, si corro con mucha suerte, poso suavemente la mano sobre un retoño de árbol y percibo la jubilosa vibración del canto de un pájaro. A veces deseo con toda el alma poder ver estas cosas. Si el mero tacto me produce tanto placer, ¿cuánta belleza más podría revelarme el sentido de la vista? He imaginado incluso lo que más me gustaría ver si se me concediera poder usar los ojos al menos durante tres días.

Dividiría ese tiempo en tres partes:

El primer día querría ver a la gente, cuya amabilidad y compañía me han hecho apreciar el valor de vivir la vida.

Yo no sé lo que es mirar al corazón de un amigo a través de “las ventanas del alma”: los ojos. Aunque sólo puedo tocar con las yemas de los dedos el contorno de una cara, soy capaz de percibir la alegría, la tristeza y muchas otras emociones humanas. Conozco a mis amigos por la sensación de sus rostros entre mis manos.

Para ustedes que pueden ver, debe ser mucho más fácil y satisfactorio captar las cualidades esenciales de otra persona con sólo observar las sutilezas de su expresión, la crispación de un músculo, el temblor de una mano… pero, ¿se les ha ocurrido alguna vez usar la vista para sondear la naturaleza íntima de un amigo? ¿Acaso no muchos de ustedes, los que ven, pueden contemplar un rostro sin fijarse realmente en él?

Por ejemplo, ¿pueden describir con detalle las facciones de 5 de sus mejores amigos? A manera de experimento, les he preguntado a varios hombres de qué color son los ojos de sus esposas, y con frecuencia, avergonzados y confundidos, admiten que no lo saben.

¡Dios mío, cuántas cosas podría yo ver si tuviera el don de la vista tan sólo tres días!

El primer día sería muy ajetreado. Llamaría a mis amigos más queridos y observaría largo rato sus rostros para grabar en mi mente las manifestaciones externas de su belleza interior. Dejaría que mis ojos se posaran también en la cara de un bebé recién nacido, a fin de captar un atisbo de ese candor anhelante y bello que antecede a la conciencia individual de los problemas de la vida. Querría ver los libros que otras personas me han leído, y que me han revelado mil secretos profundos de la existencia humana. Me gustaría ver los confiados ojos de mis fieles perros, el pequeño Terrier Escocés y el robusto Gran Danés.

Por la tarde, daría un largo paseo por el bosque y me regodearía contemplando las maravillas de la naturaleza. Y elevaría una plegaria al cielo ante el prodigio multicolor del ocaso. Esa noche, supongo, no podría conciliar el sueño.

Al día siguiente, me levantaría al amanecer y presenciaría el estremecedor milagro por el cual la noche se transforma en claridad. Contemplaría llena de asombro el magnífico espectáculo de luz con el que el sol despierta a la tierra durmiente.

Dedicaría este día a echar un vistazo al mundo, pasado y presente.

Querría ver la evolución del progreso humano, y para ello visitaría los museos. Allí, mis ojos verían la historia abreviada de la tierra: los animales y las diversas etnias humanas recreadas en su ambiente natural; los esqueletos gigantescos de los dinosaurios y mastodontes que vagaban por el mundo antes de que apareciera esa pequeña criatura de poderoso cerebro –el hombre- y conquistara el reino animal.

Mi siguiente visita sería el museo de arte. Conozco bien a través del tacto las figuras esculpidas de los dioses y las diosas del antiguo Egipto. He palpado con los dedos las producciones de los frisos del Partenón, y percibido la grácil belleza de esculturas de guerreros atenienses en acción. El rostro barbado y tosco de Homero me es muy querido, ya que él también supo lo que es estar ciego.

Así pues, el segundo día intentaría penetrar en el alma humana a través del arte. Podría ver las cosas que conocí por medio del tacto, pero en todo su esplendor: el magnífico mundo de la pintura quedaría expuesto ante mis ojos. Sin embargo, quizá me llevaría de él sólo una impresión superficial, ya que los pintores dicen que para desarrollar una apreciación profunda y genuina del arte es necesario educar el ojo. Hay que aprender mediante la experiencia visual a reconocer los méritos de la línea, la composición, la forma y el color. Si yo pudiera ver, ¡conque alegría emprendería un estudio tan apasionante!

Pasaría la tarde del segundo día en un teatro o en un cine. ¿Cómo me encantaría poder ver la fascinante figura de Hamlet, o el impulsivo Falstaff con un colorido atuendo isabelino! Yo no puedo disfrutar la belleza del movimiento rítmico mas que con la limitada capacidad del tacto de mis manos.

Sólo puedo entrever en mi imaginación la gracia de una Ana Pavlova, aunque conozco en parte el deleite del ritmo, ya que a menudo puedo sentir la cadencia de la música cuando hacen vibrar el piso. Bien puedo imaginar que el movimiento cadencioso debe ser una de las visiones más disfrutables del mundo. He logrado formarme una idea de esto al recorrer con mis dedos las líneas del mármol esculpido, y si esta gracia inmóvil puede ser tan hermosa, ¡más intensa aún ha de ser la emoción de ver la gracia en movimiento!

A la mañana siguiente, de nuevo daría la bienvenida al amanecer, ansiosa por descubrir otras manifestaciones de la belleza. Este día, el tercero, lo pasaría en el mundo de la gente común, en los sitios donde se divierten y batallan para ganarse el sustento. La ciudad se convierte en mi destino.

Me detendría primero en una esquina transitada a mirar en silencio a la gente, intentando con ese simple acto comprender algo de su vida cotidiana. Veo sonrisas y me siento feliz, veo una firme determinación y me lleno de orgullo. Veo sufrimiento y en mí aflora la compasión. Me paseo por la 5ª Avenida. Dejo vagar la mirada, así que no observo un objeto en particular, sino un calidoscopio de deslumbrantes imágenes. Estoy segura de que los colores de los vestidos de las mujeres que caminan entre la multitud son un espectáculo maravilloso del que nunca podré cansarme.

Pero es posible que, si pudiera ver, fuera yo como la mayoría de las mujeres: estaría demasiado interesada en la moda para prestar atención a la belleza de los colores entre un gentío.

Partiendo de la 5ª Avenida, haría un recorrido por la ciudad: los barrios pobres, las fábricas, los parques donde juegan los niños… sin salir de la ciudad, también haría un viaje al extranjero visitando los barrios de inmigrantes. Mis ojos están muy abiertos para captar todas las imágenes, lo mismo de felicidad que de tristeza, así que puedo sondear en lo profundo y añadir a mi conocimiento cómo trabaja y vive la gente.

Mi tercer día para ver se acerca a su fin. Hay muchos asuntos serios a los que podría dedicar las últimas horas, pero en la noche correría de nuevo al teatro, a ver alguna obra que me hiciera reír hasta las lágrimas y me permitiera apreciar los tintes de comedia y del drama humano.

A la media noche, la oscuridad perpetua se cerniría de nuevo sobre mí.

Por supuesto, en esos tres breves días no habré visto todo lo que deseaba. Pero cuando la negrura hubiera descendido sobre mí, me percataría de cuánto me había faltado ver.

Tal vez este escueto plan no se parezca en nada al que ustedes podrían hacer si supieran que están a punto de quedarse ciegos; sin embargo, estoy segura de que si tuvieran que afrontar ese destino, usarían los ojos como jamás lo han hecho. Todo lo que vieran cobraría un sentido especial. Sus ojos se posarían con ansia en cada objeto que entrara dentro de su campo visual. Finalmente, descubrirían lo que en realidad significa ver, y un nuevo mundo de belleza se abriría ante ustedes.

Yo, que soy ciega, tengo un consejo para los que pueden ver: Usen sus ojos como si mañana fueran a perder la vista. Y hagan lo mismo con los demás sentidos: escuchen la musicalidad de las voces, los trinos de los pájaros, los poderosos acordes de una orquesta, como si el día de mañana fueran a quedarse sordos.

Tomen y acaricien cada objeto como si mañana fueran a despojarlos del sentido del tacto. Huelan el delicado perfume de las flores, deléitense con el sabor de cada bocado, como si nunca más pudieran volver a oler ni a paladear nada.

Disfruten al máximo sus sentidos; gocen, a través de los diversos medios de contacto con que los dotó la naturaleza, de todas las facetas del placer y la belleza que el mundo nos ofrece.

Aunque, de todos los sentidos, estoy segura de que el de la vista debe de ser el más glorioso.